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Los Garnelo, una familia de artistasMUSEO GARNELO

MUSEO BELLAS ARTES CÓRDOBAlos hermanos Garnelo, entre Córdoba y Montilla

Eloísa Garnelo Aparicio

      Hay artistas en la historia que son conocidos popularmente por una de sus obras, la obra que encierra su personalidad, la obra que abarca la sinceridad de su dibujo y la explosión de colorido de sus pinceles, una obra en la que el artista se siente más reflejado que en ninguna otra, la preferida, la que fue parida el día que le visitaron las musas del genio y la maestría, la llamada obra maestra. Si contemplamos la Capilla Sixtina recordamos a Miguel Ángel; en la Mona Lisa vemos a Leonardo Da Vinci; a pesar de aparecer tantos personajes en el Entierro del Conde de Orgaz tan sólo vemos a El Greco; también sucede en Las Meninas de Velázquez… Esto mismo ocurre con el lienzo de Las Vendimiadoras montillanas, de Eloísa Garnelo.

 

     Eloísa es fruto de las primeras nupcias del médico enguerino José Ramón Garnelo Gonzálvez con la montillana Josefa de la Cruz Aparicio Sarrión. Nacida en 1863 en Enguera, a su madre biológica apenas conoce, ya que fallece unos meses después del parto. El padre contrae nuevamente matrimonio, esta vez con su paisana Josefa Dolores Alda Moliner. Cuando Eloísa contaba tan sólo cuatro años, la familia se traslada a Montilla, donde José Ramón Garnelo inicia su actividad como facultativo, a la par que comienza a vincularse con los círculos culturales de la ciudad cordobesa que los acoge. El médico, hombre muy culto y gran humanista, transmite a sus hijos su amor por las Artes Plásticas y la Literatura, motivo por el que tres de ellos –Eloísa, José y Manuel– se consolidarán como artistas de renombre, mientras que Dolores heredará las dotes literarias del progenitor, y desarrollará su afición por la música a través del piano.

 

   A propuesta de su padre, los tres hermanos presentan sus trabajos en las Exposiciones de Bellas Artes celebradas en aquellos años.

 

    Su labor artística es reconocida por la revista semanal Barcelona cómica, que le dedica en su edición del 17 de marzo de 1894 su espacio titulado “Mujeres Ilustres”. En el texto, que reproducimos en parte, se reflejan abiertamente las dificultades que las mujeres tienen para cultivar el campo de las artes en aquella sociedad decimonónica. Pese a ello, el autor alienta a éstas a que lo hagan y tomen como ejemplo a seguir a nuestra protagonista: “Eloísa Garnelo goza hoy en el mundo artístico de una tan envidiable y celebrada reputación […]. La aparición en el cielo del arte de una nueva estrella es mirada siempre con cierta innata prevención. ¿Qué es eso? –dicen las mujeres– ¿una de nosotras descollando por su talento sobre todas las demás? ¡Esto no puede ser! ¿Cómo se entiende? –gritan los hombres– ¿una mujer invadiendo nuestros dominios? Y sin embargo, si la mujer vale, estudia, se aplica y progresa, triunfa y vence en toda línea, sobreponiéndose a los obstáculos de los unos y las envidias de las otras. Esto ha sucedido a Eloísa Garnelo, autora de obras tan briosamente concebidas como ejecutadas y que apenas si convencen al que las ve, de que están firmadas por mano suave, blanca y fina de mujer elegante. Y es que los intérpretes del arte y la belleza, cuando cumplen esta elevadísima y sagrada misión parece que hacen abstracción completa del sexo”.

 

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